El debut en solitario de la soprano valenciana Èlia Casanova constituye una grata sorpresa. El primer barroco exige un dominio superlativo no ya del acento, sino también de la palabra poética barroca. La importancia del texto, a partir de ese “recitar cantando” que reclamaban los primeros compositores, requiere un trabajo minucioso, sobre cada sílaba, para buscar los colores y las inflexiones apropiadas, de modo que la música realce el efecto de la poesía. Su punto de partida no llega a la ausencia de impostación que propugnan intérpretes como Marco Beasley (para muestra, su recital Recitar cantando), pero acertadamente quita todo artificio al canto, de modo que la emisión sea lo más pura posible, sin renunciar al vibrato.
El resultado es un disco de música viva, con una capacidad de comunicación inmediata, fruto probablemente de un planteamiento absolutamente original, como es la idea de conectar la voz, que escuchamos con el sentido del oído, con otros sentidos como el de la piel. En consecuencia, junto con Raquel Andueza y su trabajo irreprochable con Cavalli y otros compositores de los inicios de la lírica italiana, contamos con otra intérprete española para tener muy presente.
Aunque el CD no permite visualizarlo como un DVD, Casanova ha pretendido asociar la música seleccionada con el color azul, esparcido como un tinte sobre la piel, como explica en las originales notas interiores que acompañan, de modo que el resultado sea más cercano a la estética contemporánea, algo que la música ciertamente por sí sola no puede sin un conocimiento previo del oyente del estilo, del gusto y del contexto cultural en el que se produjo. Bien es cierto que habría ayudado a quienes no conozcan este universo haber incluido los textos con traducciones al castellano, aunque hoy día las fuentes de información al alcance de los curiosos son múltiples.
Entre todos los compositores destaca Barbara Strozzi, un nombre que últimamente resuena con fuerza entre las novedades discográficas. No menos conocidos son Stefano Landi y Girolamo Frescobaldi, junto con otros de los que no se ha conservado memoria fuera de las publicaciones especializadas. El acompañamiento musical, sucinto, lo proporciona el conjunto de música antigua La Tendresa, fundada por la propia Casanova en 2015. Lástima que la toma sonora no sea del todo equilibrada y los metales suenen más distantes que la guitarra. A pesar de este detalle, y de la ligera reverberación, la calidad del conjunto desborda los límites técnicos de la captación del sonido para proporcionar una interpretación absolutamente delicada, en consonancia con la voz, una delicia de sonidos sutiles que convierten el disco en una experiencia artística de primer orden gracias a una escucha exquisita.
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